miércoles, 18 de junio de 2008

Counseling en las cárceles - Elena Burone

Este artículo fue escrito por la Clr. Elena Burone. Quienes deseen contactarse con ella y su grupo, envíen email a elenaburone@gmail.com

¿Que cárceles queremos?

Sabemos que hay profundas y dolorosas divisiones entre los hombres que generan conflictos.
Necesitamos discernir los fermentos de bien o de mal que desorganizan y agitan a la sociedad moderna y que provocan esos conflictos.

Estos conflictos en vez de resolverse a través del dialogo y la comprensión, se agudizan en confrontación y contraste.

Las causas que determinan la violencia social se encuentran en la misma sociedad, fundada en la prédica de: posesión de bienes materiales como un fin en si mismo, competencia despiadada, corrupción instalada en el poder y pérdida de valores y principios fundamentales.
Todo esto tiene que producir necesariamente exclusión, conflicto, violencia y delito.

El reclamo por la seguridad se acentúa. Pero seguridad en el ámbito social, no es necesariamente más policía en las calles o procedimientos más efectivos para descubrir autores de delitos o acentuar el refinamiento legal represivo o ampliar la capacidad de alojamiento de las cárceles.

Seguridad en el ámbito social es JUSTICIA ESTRUCTURAL.

Lo contrario es inseguridad, porque cuando las estructuras sociales, políticas y económicas excluyen a alguna persona, es difícil pedir JUSTICIA, porque estructuralmente ya no hay comunidad.

Es muy difícil vivir pacíficamente sin alimentación, techo, vestido, educación infraestructura de salud y empleo.

Es frustrante criar hijos en esas condiciones y verlos morir de privación. Muchos jóvenes no quieren ser ricos, sino salir de esta trampa.
La riqueza del mundo esta desigualmente distribuida y esto genera un sordo conflicto por la disparidad de intereses y oportunidades que se decide por la fuerza y violencia.
La ley humana, imperfecta, no puede tener mayor incidencia en la resolución de conflictos que aparecen en la convivencia entre los hombres.

La Ley Penal nunca fue el fin de los conflictos. La cárcel, su instrumento principal, es un elemento de segregación comunitario. Esto es en si mismo un nuevo conflicto, porque es muy difícil hacer de este elemento de segregación una herramienta de integración. Es una incoherencia.

Este es un desafío y un problema a resolver.

Nos cuestionamos: ¿es realmente bueno el sistema penal?, produce suficiente seguridad sin secuelas, ¿basta la Ley? ¿es lo mejor que disponemos?¿es suficiente?, ¿ya es tiempo de buscar otros caminos?. ¿CUAL ES ESE CAMINO?.

La cárcel hoy cumple la misma función retributiva y de control social que antes cumplieron la lapidación, la crucifixión y la hoguera. Comparte con ellas los mismos fracasos.
Pero la cárcel no mata en el acto. Se le han adicionado otras ansiedades que la pena de muerte no admite: seguridad, resocialización y reeducación.

La cárcel hasta ahora sólo ha servido para mantener alejado al hombre de su grupo social. Se dice de ella escuela del delito.

El tema central que debería inquietarnos nos es la crítica a la cárcel, sino el análisis de que es lo que la hace necesaria y como solucionar el problema.

Cómo recomponer a esta sociedad muchas veces sin rumbo, que no tiene claro que para eliminar la delincuencia, no hay que eliminar al que delinquió, sino que hay que educarlo y abordar las causas que lo llevan a tener esa conducta.

Simplemente hay que volver al AMOR. Amor hecho respeto por el otro, hecho educación, solidaridad, justicia y reconciliación.

Educación, NO-violencia, reconciliación y reparación son ingredientes que si no los tienen en cuenta los Servicios Penitenciarios o cada Institución Policial el destino inevitablemente es el fracaso.

Cuando estas experiencias son positivas mediarán entre las personas y su historia ofreciendo un modelo antes no experimentado y también mediarán entre la persona y su futuro, brindándole nuevas oportunidades.

Frente a las personas en riesgo, es necesario ofrecerse como vínculo mediador que ponga en crisis las anteriores experiencias frustrantes del individuo y confirmando las experiencias sanas que pueda haber tenido. Comprender las características de la persona en riesgo, sus faltas y carencias y los componentes de la propuesta social y como impactarán en esa persona tan fácilmente permeable.

Constituirnos en una alternativa que filtre algo de lo que le llega a esa persona, a la vez que le muestre otra posibilidad de ser y de vivir. No se trata sólo de tratarlo bien, brindar afecto y un trato digno y respetuoso. Es sobre todo convertirse en un agente de salud, amor y justicia y de paz para ellos.

Estos vínculos mediadores completan faltas, muestran imágenes de sí allí donde sólo existían rostros fragmentados y difusos.

PERO DEBEMOS TENER CLARO QUE NO PODEMOS ESPERAR RESULTADOS MAGICOS NI MUCHO MENOS INSTANTANEOS.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy interesante este artículo. Las felicito por divulgar escritos como este.

Marga